Estefanía, 30 años

Antes creía que a los 30 la gente ya era muy vieja creía que iba a tener casa, carro, el trabajo perfecto y que iba a ser súper millonaria, también creía que las personas a los treinta años ya debían tener la vida resuelta, pero… ¡pues no mi ciela!

A los 30 me di cuenta de que en realidad no es mucho tiempo vivido como para tener una vida ya totalmente decidida y que, por el contrario, me siento como si todavía tuviera 20 solo que con una forma diferente de ver la vida y las cosas que me pasan, aprendí que está bien cambiar de opinión y pensar diferente todos los días porque estamos en constante cambio y aprendizaje, entendí que no tengo que compararme con nadie porque todos tenemos tiempos distintos, intereses y prioridades diferentes.

Que el momento de cada uno llega cuando tienen que llegar y que no necesitamos apagar a nadie para brillar que por el contrario, cuando ayudamos a los demás a brillar, brillamos más fuerte; me volví  fiel creyente del “siempre llega algo mejor” y por eso entendí que en la vida no hay que tomarse nada personal que las personas no nos hacen cosas, las personas hacen cosas y nosotros decidimos cómo reaccionar a eso, que la tranquilidad es más importante que aferrarse a donde ya no pertenecemos (aplica para todo), aprendí a poner límites y a entender que eso no me hace mala persona sino que por el contrario es el primer paso para  ponerme como prioridad y estar feliz con las personas que me rodean, entendí que conocerme más y estar en paz conmigo misma es más importante que encajar en la vida de los demás o en las expectativas de la sociedad, incluso me ha enseñado que la soltería no es  mala como en algún momento lo pensaba, por el contrario ha sido de las mejores experiencias porque me ha permitido conocerme, sentirme bien con mi compañía, reconocer mi valor, mi espacio, a tener claras mis expectativas en cuanto a relaciones, a definir qué y quienes son importantes en mi vida y a ser feliz sin apegos.