Cuando te dicen “salud mental”, seguro volteas los ojos. Lo más probable es que ignores el tema hasta su última oportunidad.
Yo también lo hacía, o bueno, tampoco fue una prioridad como lo es hoy. Claro, tuvo que pasar algo en mi vida, y por ende en la de mi familia, para que cambiáramos esa idea que teníamos de la salud mental.
La OMS define la salud mental como «un estado de bienestar en el cual cada individuo desarrolla su potencial puede afrontar las tensiones de la vida, puede trabajar de forma productiva y fructífera, y puede aportar algo a su comunidad».
Si tomamos la definición de la OMS, creo que muy pocas personas estamos entrenadas y/o capacitadas para afrontar las tensiones de la vida, de nuevo, en mi caso, cero entrenamiento.
Yo en esta vida, he sido entrenada, (y sobre todo como muchas mujeres), para obedecer, para bajar la cabeza, para decir que sí (aunque quisiera decir que no), y claramente esta lista puede ser más larga. Pero definitivamente para afrontar tensiones, tenía muy poco entrenamiento.
El 2020 puedo decir que fue el año más difícil que he vivido hasta ahora, posiblemente fue difícil para todos y todas, por haber sido la pandemia, sin embargo, hoy entiendo que, ese año fue lo que se necesitaba para que el mundo entero aprendiera que, en realidad sí hay que cuidar de la salud mental, que de nuevo, nadie estaba preparado.
No estábamos preparados para la incertidumbre, el caos, la ansiedad, el miedo, y como cuando un deportista no entrena, pierde la competencia, yo casi pierdo el 2020 también.
Contexto, luego de una experiencia bastante traumática para mí, caí en un episodio depresivo, que me llevó a ir al psiquiatra por primera vez en mi vida en 29 años, dónde tuve que tomar medicamentos recetados por dicho especialista, e incluso estuve incapacitada por este mismo doctor.
Un episodio depresivo, se presenta de diferentes maneras para cada persona, tiene diferentes síntomas... Uno de ellos pensamientos de muerte o suicidio*.
Como no era un comportamiento usual en mí, me tocó literal, abrir ese baúl, ir a buscar ayuda, necesitaba entrenar, porque no tenía las herramientas para salir sola de esta situación, entonces, tuve que indagar un poco más en qué había pasado y por qué me había derrumbado tan "fácil" sabiendo que yo, "lo tenía todo".
El primer entrenamiento que debemos tener es saber qué decir cuando alguna persona nos dice que tuvo un ataque de ansiedad/depresión, saber que caemos en la falta de empatía súper rápido, diciendo "pero mira todo lo que tienes" … Eso solo hace que ese dolor crezca porque, encima de todo, pensamos que somos desagradecidos, Ponte a pensar, es como cuando estás llorando y llega alguien y te dice “Pero no llores, no estés triste”, ¿eso te quita la tristeza? ¿Eso cómo te hace sentir?
La empatía comienza en ponerse en los zapatos del otro, pero de verdad, pensando en que lo que le voy a decir puede impactar significativamente en su situación, entender que, como dice el refrán, “nadie experimenta en pellejo ajeno”.
¿A qué voy con esto? A que caminemos por la vida entendiendo que, así como yo puedo tener un mal día, la persona que está a mi lado también, y que yo puedo o incrementar ese dolor, o hasta de pronto, sacarle una sonrisa a esa persona y mejorar su día enormemente.
También hay que aprender a escuchar, volvámonos puntos seguros para otras personas, ¿Puntos seguros? Si, de tener una escucha activa, dónde si alguien viene a mí con eso que lo está agobiando, mi respuesta no sea “yo estoy peor” sino, más bien, “imagino cómo te debes sentir, ven y buscamos ayuda juntas”.
Así vamos en nuestro entrenamiento por una mejor salud mental: primero, tener empatía, pero la verdadera, pilas con las críticas, esas microviolencias que hicimos tan comunes día a día, segundo, escucha activa, convertirse en ese espacio seguro para que podamos ayudarnos unos a otros. Y con este, va el último: pedir ayuda, y si se requiere un profesional, también está bien.
Si tú o alguna persona que conozcas tiene algún síntoma de salud mental, no dudes en buscar ayuda, dejemos el miedo de ir a terapia, de buscar un profesional, ellos, son las personas que están capacitadas para ayudarnos en esos momentos. Ir a terapia fue una de las mejores decisiones que he tomado, ahí, aprendí a identificar los desencadenantes de mi ansiedad y depresión, así como las herramientas para manejarlos. Aprendí técnicas de respiración y relajación, así como a practicar la atención plena para mantenerse en el momento presente y no dejarme abrumar por mis pensamientos y emociones.
Este es un mensaje desde el corazón, desde el aprendizaje, de pronto leer esto, haga más fácil tu experiencia con la salud mental, que sepas qué nos puede pasar a todos y todas, puede que tengas días difíciles, pero no estás solo (en realidad no lo estás, es tu mente jugando un ratico) y nunca te rindas. El sol siempre saldrá, ya sé, muy cliché, pero es cierto, y siempre hay esperanza de un futuro mejor.
¡Juntos somos más fuertes!