Diana, 36 años
Pasé gran parte de mi vida pensando que lo que veía por fuera era una de las cosas más valiosas de la vida, que, si eras muy bonita y tenías un cuerpo lindo, podías conseguir grandes cosas como estabilidad laboral, un buen empleo, aceptación y afecto de todos los que te rodean.
Desde niña tuve sobre peso, incluso, nací con sobre peso, crecí escuchando que niña tan hermosa, qué cara tan divina, ¿pero gorda? Hay que ponerle cuidado a eso. Mi papá, que es un gran padre, pero como todos los seres humanos, con defectos, me decía constantemente: "Mi niña tan hermosa, con ese rostro tan divino, ¿pero gorda? Mi amor, a los gorditos no los quiere nadie, escasamente el papa y la mamá, tienes que rebajar”.
Mi papá se preocupaba constantemente por mi peso, pero nunca lo vi como si lo hiciera por las consecuencias que un sobrepeso pudiera traerle a mi salud, sino desde la parte estética, sentía que él quería tener una hija inteligente, con buenos sentimientos, pero también físicamente perfecta a los ojos de lo que la sociedad considera belleza: un rostro hermoso y un cuerpo delgado.
No lo culpo, porque todos los días me demuestra su amor y es un padre incondicional. Más bien desde su ignorancia, me hizo un gran daño, desarrollé trastornos alimenticios, padecí de anorexia, y bulimia nerviosa, también depresión y trastorno de ansiedad, a tal punto que si estaba subida de peso, no me gustaba que la gente me viera, no me vestía, compraba camisetas y sudaderas holgadas y así sentía que me tapaba y que la gente no iba a notar mi sobrepeso.
Para alcanzar un cuerpo delgado empecé a hacer dietas desde los 12 años, realicé "planes alimenticios” de hasta 600 calorías por día, alcanzando mi peso deseado, pero llegando al extremo de enfermarme y de deprimirme aún más de lo que estaba, pese a que todo el mundo me decía “como estas de hermosa”. Sí, estaba delgada, pero más sola y triste que nunca, ahí me di cuenta, que estar flaca no me iba a traer felicidad y tampoco el hombre ideal, ni el príncipe azul con el que todas soñamos alguna vez, que los planes de Dios son perfectos y que todo llegaría para mí a su debido tiempo.
Me cansé de pelear contra mis gorditos, contra mis caderas anchas, contra mi celulitis, y un día me puse a buscar tiendas de ropa plus size, y tomé la mejor decisión de mi vida, quererme y aceptarme como soy, vestirme de acuerdo a mi talla y sentirme cómoda conmigo misma.
Recuerdo que el día que tome esta decisión fue hace ya dos años, le dije a mi mamá, que me acompañara a un almacén de ropa plus size, me miro con asombro, pero sin mediar más palabra fue conmigo, y se sintió orgullosa de mí.
Llegué al almacén, me recibieron con mucho amor, vi muchas jóvenes midiéndose ropa, unas con mucho más sobrepeso que yo, pero amándose y seguras de sí mismas. Me sentí muy bien en este lugar, por lo que ellas lograron transmitirme, encontré ropa muy linda y juvenil, pues hasta ese momento siempre había visto que la ropa de tallas grandes, era fabricada para gente mayor y no va para jóvenes. Lejos, estaba de pensar que ese día comenzaría mi carrera como modelo, días después me llamaron para hacer fotos con esta tienda, me di a conocer por medio de ellos, me empezaron a ver otras marcas y fui fluyendo en esta carrera.
Soy abogada especialista en Derecho del Trabajo y la Seguridad social, y soy modelo plus size, alterno mis dos profesiones, y no hay ni rastros de la mujer insegura que fui, reconozco mi valor interno y externo, y no crean, tengo altibajos como cualquier ser humano, soy perfectamente imperfecta, pero me siento orgullosa de haber dejado el peso como el centro de mi vida, y darle más valor a la esencia, y a lo que lo interno puede reflejar exteriormente.
Amo ser modelo, he podido llegar al corazón de mujeres con las mismas inseguridades que un día tuve, ser la representación de aquellas que aún se sienten sin valor en un mundo lleno de superficialidades, y demostrarles que la belleza viene en todas las tallas, que la belleza exterior es también un reflejo de lo que llevamos por dentro, que una talla no nos define, que todo en la vida llega a su debido tiempo y que en la vida llegas hasta donde te lo propones, hoy puedo decir que ni el cielo es mi límite.
Con amor, Diana.
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