Valeria, 28 años

Es común encontrarnos todo el tiempo con quejas, por que llueve, por que hace sol, por que hay que madrugar, por que hay que trabajar o estudiar, hay quejas por el lugar donde vive, por que no hay dinero, por que si hay pero quiere más. Queja, queja, queja.

Cuantas veces nos detenemos mientras vamos caminando a observar lo linda que está la luna, cuantas veces agradecemos por un día más de vida, por la familia, por los amigos, por el techo y la comida.

Vamos por la vida como si fuera una carrera del que llegue más rápido, como si nos fueran a quitar lo que tenemos, como si no valiera la pena todo lo que ya tenemos.

Vivimos quejándonos todo el tiempo, y no nos detenemos a ver un amanecer o atardecer, a ver el cielo, a sentir el viento que roza la piel, el cálido rayito de sol en un día de invierno.

Me he dado cuenta que quejarme solo ha servido para tener más de lo mismo. Mientras que agradecer por lo que ya tengo, me ha abierto puertas a todo lo que deseo, a cumplir sueños, y a no dar por sentado que todo está. Entender que si quieres algo debes trabajar todos los días con amor para conseguirlo y que a pesar que las cosas no caen del cielo, agradecer puede ayudar un poco a alivianar la carga y darse cuenta de lo rápido que llegan las bendiciones cuando eliminamos la queja.

No voy a decir que eliminarla por completo es tarea fácil, pero si que vale la pena intentarlo.

Bendiciones para ti que estas leyendo esto, y gracias por estar aquí